viernes, 6 de abril de 2012

Me vais a permitir que me desahogue un poco en el blog (para esto están, ¿no?), y es que parece ser que en esta casa cada uno vela por si mismo. Veréis, yo, para los que no me conozcáis, trabajo de noche, y anoche tuve que quedarme una hora más por un contratiempo sufrido por el relevo. Pero cuál es mi sorpresa, ya en casa, que oigo voces. No quise abrir los ojos y mirar el reloj para no ponerme de mala hostia, pero daba igual. Eran unos familiares que llegaban. Y no había otro sitio de reunión que la cocina. Yo quería pensar (mentirme a mí mismo) que serían las cuatro de la tarde o así (yo salgo del trabajo a las ocho, bueno, esta vez a las nueve) cuando oigo el típico ajetreo de ollas y sartenes. Mi madre estaba haciendo la comida. Por cierto, la cocina y mi cuarto está pared con pared.

Pero ahí no acaba la cosa. Tras unos INTERMINABLES minutos "hablando" van al salón (al otro lado de la casa), pero seguían sin acordarse de mi, ya que NO cerraron la puerta (debían creer que teniendo la de mi habitación cerrada era suficiente). Finalmente me pude dormir, pero un poco. Miré el reloj y ya eran casi las cuatro de la tarde (de acuerdo, les perdono), pero vino más gente. Al final tuve que dar un par de golpes para que se acordaran de que yo también estaba en la casa.

He estado incluso por presentarme en el salón. "Uy, hijo, ¿te hemos despertado?" "No, madre, tranquila. Total, hoy no tenía sueño". Hijos de puta.

Podéis llamarme rencoroso (que lo soy. Y mucho), pero a partir de ahora, si cada uno va a mirar por sí mismo, ahora, cada vez que yo llegue a casa a las ocho, ya no vendré con cuidado de no dar golpes. Ahora vendré como si yo viviese solo. Haber ahora qué les parece. Y eso que a mi familia la amo con locura, pero es lo que tiene no dormir, que te pones de una mala hostia que te dan ganas de tirar paredes a puñetazos.